CUANDO
TE INVENTO
Quito,
25 de Junio del 2012
Y después de algún tiempo de no verte,
de guardarte en mi memoria como un sueño no alcanzado, te apareces de la nada,
me tomas de la mano, me robas unos besos, y luego te vas. Cruzas el océano y
quién sabe si de aquí en algún tiempo me devuelvas esos besos.
Y ¿que fue eso? Eso ni siquiera llegó
a ser un sueño, porque lo sueños duran toda la noche y hasta el amanecer. Esto
más bien fue solo un breve momento en el tiempo infinito. Un abrir y cerrar de
ojos, y ya no estás...
Pero ¿se acabo realmente? porque cuando
te repaso en mi mente, te vuelvo a vivir.
Es que cada vez que me antojo, viajo a ese espacio vacío en donde te recuerdo, y no solo te recuerdo
sino que te invento.
Nos invento en el París de poetas y
artistas. Nos invento caminando tomados de la mano. Nos invento divagando en
alguna calle estrecha que conduce a un viejo café. Nos invento riendo, jugando
y viviendo. Nos invento respirándonos,
palpándonos, sintiéndonos, amándonos.
Y es que esto de inventarte tiene su
técnica y lleva su tiempo. Al punto de que ya no sé si estoy viviendo el aquí, o
estoy allá inventándote. O tal vez estoy
inventando que te invento, o quizá te inventé desde siempre y me gusta seguir
inventando lo inventado.
Y es que vivir inventándonos me sale
tan bien, que no sé si prefiero seguirte inventando o esperar a que, tal vez, en
algún instante del tiempo infinito, te encuentre otro breve momento.
Mejor te sigo inventando, porque
cuando nos invento, nos hallo riendo,
jugando, y viviendo. Y si no te inventara quizá estarías en París aburriéndote
de jugar a vivir, y yo aquí olvidándome
de jugar y atándome a una vida aburrida por miedo de vivir jugando a inventarte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario