sábado, 2 de junio de 2012

CUANDO NOS SENTIMOS TRAICIONADOS

Quito, 13 de Mayo del 2012
Cuando nos sentimos traicionados
Sentirse traicionados o decepcionados porque alguien en quien depositamos toda nuestra confianza y en quien teníamos muchas expectativas, nos defraudó, puede ser algo muy común en nuestras vidas.
Muchas veces me he sentido traicionada por aquellos seres a quienes les entregue mi corazón y mi confianza plena y que al final terminaron alejándose de mi vida, abandonándome o hiriéndome profundamente con sus actitudes.
Tal vez sea inevitable que alguien a quien queremos, actué de una forma que nos desagrada y que no corresponda a la manera que nosotros desearíamos que fuesen. Muchas veces no somos correspondidos de igual manera  por el amor y amistad que brindamos a los demás.
Sólo cuando comprendí que no puedo influir en el modo de ser de los demás, qué únicamente soy responsable ante Dios de mis propios actos y no de los actos de los demás, empecé a ver la vida de una manera diferente. A dejarme de sentir decepcionada por las personas, porque ellas solo son lo que son, no podemos, ni tenemos el derecho siquiera de pedirles más. Simplemente son y actúen de la forma que lo hacen porque forman parte del propósito que Dios tiene para nuestras vidas, de las lecciones que Dios quiere que aprendamos.
Además, aun cuando las personas que conforman nuestro entorno, obren de manera incorrecta, de una forma que no sea agradable ante los ojos de Dios; sólo él tiene la potestad de juzgarlas y por ende de hacer con ellas, a su debido tiempo, lo que tenga que hacer. Cuando me molesto por el hecho de que los demás obran mal y a pesar de eso les “va bien en la vida” me recuerdo a mí misma, que no debe importarme lo que haga el resto, o como le vaya. Sólo debo de preocuparme por cómo me presento yo ande Dios día a día; y cuando alguien me hiere profundamente,  aun cuando no lo merezca, recuerdo que la palabra de Dios dice: no te preocupes, mía es la venganza. Así que cualquier cosa que yo quiera hacer por “desquitarme” de algo que me haya hecho alguna  persona, no va a ser nada comparable con lo que Dios puede hacer. Nadie puede esconderse de la presencia de Dios, nadie puede ocultarle sus pecados, Dios tiene el control de todo y sabrá hacer justicia a su tiempo. Entonces, ¿porque preocuparnos? Dejemos todo en las manos del Señor y él con su gran sabiduría sabrá cómo actuar.
Además Dios quiere que amemos a quienes nos odian, a quienes nos hacen o nos han hecho daño, él nos enseña que en cierto sentido carece de valor amar a quienes nos aman, valor tiene amar a quienes no nos quieren. ¡Eso sí es de valientes, de nobles!
Y como  concebir siquiera la idea de amar a alguien que me ha hecho tanto daño, que me ha mentido, que me ha traicionado, que me ha humillado, que me ha fallado. Pareciera ser algo irracional, carente de toda lógica. Pero Jesús quien es nuestro ejemplo, jamás se mostró vengativo o rencoroso con aquellos que lo perseguían y que lo odiaban, al contrario, les brindó más amor. Amor, esa es la clave. Esa es la respuesta a todo. Parecería tan fácil, pero en la práctica, resulta ser muy complicado. Quien no ha deseado en algún momento de su vida que le “pise un tren” a esa personita que nos lastimó, que le “parta un rayo” a quien nos engañó. Creo que a todos alguna vez se nos ha cruzado por la mente, aunque sea por breves segundos, ideas parecidas a esas, de desquite y de venganza.
Pero,  si Jesús lo hizo, ¿Por qué no podemos nosotros hacer lo mismo? Amar a nuestros enemigos. Pienso que se debe a nuestro orgullo, a querer siempre tener la razón, a intentar salirnos con la nuestra, o caer en el papel de víctima para que los demás sientan pena por nosotros. O bien, queremos hacer las veces de jueces, olvidándonos de nuestros propios errores, creyéndonos con el derecho o la autoridad para juzgar y condenar al resto, cuando Dios nos dice que no hay uno solo justo y bueno.  
Tal vez no podemos perdonar y amar a quienes nos han herido, por pensar con simple lógica humana. Sí “lógica humana”, es que a veces queremos entenderlo todo, y  peor aún, creemos entenderlo todo basándonos en nuestro limitado raciocinio, olvidándonos que hay cosas que nuestra capacidad humana no alcanza a comprender, pero que Dios sí, y él a través de su Espíritu Santo nos enseña  a perdonar y a amar a quienes de otro modo, si lo viéramos desde una perspectiva humana como lo vería el mundo,  sería imposible.
Tal vez con nuestras fuerzas humanas sea imposible pero si le permitimos a Dios obrar en nuestras vidas, si le permitimos sanar nuestro corazón y restaurar nuestra mente, lograremos imitar su ejemplo de  amor y perdón y ser dignos discípulos suyos. Reitero, solo en las fuerzas de Dios podemos lograr hacer algo así, no dejándonos llevar por nuestra mente humana, sino aprendiendo a ser guiados por su Espíritu.
Dios nos hace comprender que nadie está exento de tener errores, de fallar, de herir incluso a quienes más queremos. Todos en algún momento de nuestra vida podemos intencionalmente o no,  fallarle a alguien e incluso a nosotros mismos. Cuando aprendemos a depositar nuestra plena confianza en nuestro Padre, podemos vivir confiados en que a pesar de las circunstancias, a pesar de que las personas nos lastimen, él nunca nos fallará. Porque Dios no es hombre para que mienta ni hijo de hombre para que se arrepienta, por tanto podemos caminar confiados de su mano porque él no permitirá que tropecemos, y nos dará la paz que requerimos cuando atravesemos tormentas.
Quien mejor que Jesús, para saber lo que es sentirse traicionado, humillado, herido, calumniado, engañado, él ya pasó por todo eso en este mundo, él sabe cómo nos sentimos cuando nos pasa algo similar. Pero Jesús nos recuerda que debemos estar tranquilos porque él ya venció al mundo. Que podemos estar abatidos pero no angustiados, pasar momentos de soledad pero saber que no estamos desamparados, podemos estar caídos pero no derrotados.  Confiemos en él  y aprendamos a darle todo, incluso esas cosas que nos lastiman, que él sabe qué hacer con ellas. Confiemos en él para que nos enseñe a mirar el corazón de las personas y nos guarde de los lobos disfrazados de ovejas. ¡Confiemos en él!

No hay comentarios:

Publicar un comentario