viernes, 1 de noviembre de 2013

AMIGO



Quito, 03 de Octubre del 2013

Querido Amigo:

Sé que estás pasando por un momento demasiado difícil, no me imagino cómo puede ser una vida de encierro, prohibido de toda libertar tras esas rejas. Los días, meses y años van transcurriendo y sigues en ese lugar tan desolado, tan falto de humanidad, tan necesitado de amor, de Dios…

Recuerdo la época en la que nos conocimos. Te veía, y pensaba que tu vida era fascinante; vivir siempre viajando, conociendo nuevos lugares, nueva gente, diferentes culturas y costumbres; disfrutando de bellísimos paisajes, comiéndote el mundo. Vivías un día a la vez, sin pensar en el mañana, disfrutando del hoy, de lo que la vida te daba en ese momento.

Me gustaba mucho tu compañía. Trabajaba ocho horas y más  en una oficina de menos de quince m2, bajo un clima muchas veces sofocante, lejos de mi familia y amigos, intentando acostumbrarme a un ambiente laboral, en ese entonces una experiencia nueva para mí a mis escasos 21 años de edad. Pero eso no importaba, pues entrada la noche, salía corriendo hacia la playa para verte.

Recorría el malecón de Salinas buscándote entre el sin número de vendedores ambulantes de toda clase de objetos novedosos y los vacacionistas de origen cuencano que aprovechaban los meses de descanso de verano para ir a disfrutar del sol y la arena de las fabulosas playas de la provincia de Santa Elena.

Cuando conversábamos en la playa, no sentía el pasar de las horas. Podíamos quedarnos platicando la eternidad, pues  cada conversación era un deleite para mí.

No sé cómo tuve el valor de acercarme a un desconocido y para agravar la cosa, extranjero, mochilero, con el cabello todo alborotado y tatuajes en el cuerpo. Creo que fue, en primera instancia, la necesidad de hacer amigos en un ambiente en el que también era extraña. Cuando te vi con tu mercadería conformada por coloridos e imaginativos collares y pulseras, supe que tu paso por aquel pueblo no iba a ser tan breve como el de los cuencanos vacacionistas, sino que te ibas a quedar algunas semanas en ese paradisiaco lugar, al igual que yo. Y en segundo lugar…. sé ahora que Dios así lo quiso, pues a pesar del paso del tiempo y la distancia hemos podido conservar esta hermosa amistad.

Te observé de lejos mientras estabas haciendo una trenza en al cabello de  una jovencita; al poco rato,  sin darme cuenta, me encontraba sentada junto a ti preguntándote un montón de banalidades, en un intento desesperado por llamar tu atención.

Respondías con monosílabos y a momentos lanzabas alguno que otro comentario, pensé entonces que no estabas interesado en seguir con la plática, incluso me di cuenta que estaba interrumpiendo tu trabajo, así que decidí irme con el sabor del fracaso en mi boca.

Cuando estaba a punto de partir, se te ocurrió pedirme mi número de teléfono celular y propusiste salir a almorzar al día siguiente aprovechando que era sábado y que yo no tenía que trabajar. La verdad no creí que me ibas a llamar, pero de todas maneras te lo di, por si acaso contara con suerte.
Llegado el sábado, sin nada que hacer y con la convicción de que esa llamada telefónica nunca iba a suceder, decidí ir a la playa y pegarme un chapuzón en el mar. Cuando salí del agua escuche timbrar mi teléfono celular y eras tú. Querías que nos encontráramos en el famoso “Castillo de Arena del Malecón” en diez minutos. Yo acepté sin pensarlo, y tuve que ir así toda mojada, pegajosa a causa de la sal del mar, vestida con terno de baño y short, a tu encuentro.

Almorzamos en uno de los comedores cercanos al mercado del pueblo. Conversamos sobre varios temas. Me contaste sobre tu vida y yo te conté sobre la mía. Desde ese día entablamos una linda amistad, y se nos hizo costumbre cada noche sentarnos en la playa a platicar horas de horas hasta el amanecer; luego  caminábamos hasta el hotel en donde me hospedaba, nos despedíamos y esperábamos que fuera la noche del día siguiente para volvernos a ver y  perdernos en nuestras conversaciones infinitas.

Los fines de semana salíamos a caminar por la playa, algunos ya nos conocían y sabían molestarnos y ponernos apodos incluso, ¿lo recuerdas?

Creo que me enamore de ti y tú también te enamoraste de mí, pero con un amor puro, de conversaciones profundas y largas caminatas en la playa.

Que hermosa época aquella. No se cual fue la “química” que hubo entre nosotros, pero resulta que 6 años después  (a pesar de que no nos hemos vuelto a ver desde el día en que te despediste con tu sombrero vaquero y gritaste mi nombre al viento y otras cosas más, al punto tal que la gente nos regresó a ver un tanto asustada) seguimos en contacto, pendientes el uno del otro.

Seis años en que han pasado muchas cosas en tu vida y en la mía. Ya no soy la veinteañera que algún día pensó en acompañarte a recorrer el mundo. Ya no soy la soñadora enamorada de ti, ni tú el loco mochilero enamorado de mí. En estos seis años algunas personas entraron y salieron de nuestras vidas y de nuestros corazones, vivimos cada quien por su lado cosas buenas, otras no tanto y otras pésimas, y continuamos.

Es por eso que me duele mucho tu situación actual. Yo no sé si la gente que te encarceló tenía argumentos válidos o no, reales o falsos para hacerlo. Pero sé que tienes un buen corazón, que si cometiste o no un error, eso no es importante ahora, pues lo que anhela tu corazón es dejar eso atrás y rehacer tu vida junto a tu familia en tu querido Chile.

No te des por vencido, no pierdas las esperanzas ni la fe en Dios. Yo sé que me dirás que decirte esto es fácil, porque no soy yo la que ha estado encerrada tras unas frías rejas en un país extranjero por casi 2 años; es verdad no soy yo, y admiro profundamente tu valentía ante esta situación, más aún, cuando día a día parece agravarse el asunto legal y los abogados no te dan una salida clara; pero con la ayuda de Dios podrás soportar y afrontar todo lo que esté por venir.

Recuerda que Dios obra en  las dificultades, es ahí, cuando caemos bajo y topamos fondo, cuando él nos toma de la mano y nos saca del fango.

Las circunstancias puedes ser todo lo adversas posible que te puedas imaginar, pero para Dios no hay nada imposible. Si quieres ver los milagros de Dios en tu vida, lo primordial es que tengas fe, sin fe no podemos pedirle al Señor que obre en nosotros.
Una cosa más pero de suma importancia: ¡Ora! Ora en todo momento y en todo lugar. Habla con Dios, platícale tus miedos, tus dudas, tus desesperanzas, incluso las frustraciones y resentimientos que tienes hacia él, tal cual se lo platicaras a un amigo, así como cuando conversas conmigo. Sincérate con Dios, él no espera una oración con frases decoradas y palabras bonitas, él quiere escuchar lo que siente tu corazón.

Pídele que te dé las fuerzas necesarias para superar esta terrible prueba que estás viviendo, y él te las va a dar, porque su palabra dice que Dios no nos da cargas más pesadas de las que podamos soportar.

Pídele sabiduría para saber cómo actuar ante todo lo que te toca vivir en ese ambiente de encierro rodeado de gente con el corazón frío, que hasta quiere hacerte daño.

Pídele que te proteja, que te ayude a salir victorioso de las tentaciones. Pídele que ese lugar tan falto de Dios, no logre corromper tu precioso corazón.

Dios te ama aunque hayas perdido toda esperanza en él, Dios te ama aunque tu reniegues de él, Dios te ama aunque tu creas que él te puso en ese sitio espantoso para no sacarte jamás de ahí, Dios te ama aunque pienses que él ya se ha olvidado de ti. DIOS TE AMA.

Es difícil, muchas veces imposible diría yo, entender los propósitos que tiene Dios para nuestras vidas, y la manera en que él actúa para cumplir dichos propósitos. Difícil o imposible entender porque Dios permite que suframos y  padezcamos injustamente. Probablemente nuestra limitada sabiduría humana no logra entender los pensamientos de Dios. Pero debemos tener la plena seguridad de que Dios no hace nada al azar, el no está jugando con nosotros, todo tiene su por qué y para qué. Ten la confianza de que él actúa para nuestro bien. La seguridad de que el Señor nuestro Dios no nos abandonará, que nos sacará del valle de sombras y nos guiará hacia tierra fértil.

Quizá Dios quiere usarte ahí en ese lugar para ser testimonio de las grandes maravillas que puede hacer, tal vez Dios quiere usarte para que les hables del Señor a los demás presos  y cambies sus vidas para bien. Quién sabe, solo Dios... Pídele al Señor que te indique cual es su perfecto propósito en tu vida.

No te desanimes. No te rindas. A veces cuando estamos al final de la carrera, al final de la lucha, a punto de salir de la obscuridad, nos damos por vencidos.

No endurezcas tu corazón, no le cierres las puertas a Dios, permite que él entre a tu corazón y a tu vida. No tienes porqué cargar con todo esto sólo, él quiere ayudarte, está esperando por ayudarte. Sólo dile que SI.

Por último quiero decirte, que siempre te tengo presente. Que yo tampoco me he olvidado de ti, y que cada vez que te traigo a memoria, le pido al Señor que toque tu corazón y tu vida. Le pido que haga un milagro en ti y que te libere pronto de ese encierro. No sé si para ti sea poco o nada mis oraciones, pero para mí es lo mejor que te puedo ofrecer, y sobre  todo los más eficaz que conozco para conseguir el favor del Señor.

Que Dios te bendiga y te guarde.
Tu amiga sincera:
                             Ojos de Mariposa

No hay comentarios:

Publicar un comentario